Enigmático e impredecible, la carrera artística y musical de Scott Walker en los años sesenta se desarrolló de modo contradictorio, combinando una imagen de ídolo adolescente prefabricado con otra más oscura e iconoclasta, a través de un enorme talento creativo donde exploraba las raíces europeas musicales y las combinaba con su propia experiencia americana. Decepcionó a aquellos que esperaban de él otra estrella mediática, ya que ambicionaba mucho más y a lo largo de cuatro discos excepcionales, desarrolló un complejo vocabulario musical donde la melancolía y la belleza, los traumas y el miedo al fracaso, convergían en un mapa sonoro cautivador, expresados por medio de unos recursos líricos y vocales extraordinarios. En el programa de hoy revisaremos su cuarto y último disco de la década y trataremos de aportar algunas claves que nos ayuden a comprender la compleja personalidad de este fascinante irreductible.
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